Las pifias en la Quinta Vergara aún resuenan, cual recordatorio de que la complacencia es el peor enemigo del emprendedor moderno. George Harris, con su “experiencia” a cuestas, nos demostró que ningún éxito pasado garantiza el futuro. En el mundo del emprendimiento, como en el escenario, la inmovilidad es un certificado de defunción.

Pero no nos limitemos a la crítica fácil. El fracaso de Harris no es una tragedia griega, sino un espejo roto que refleja nuestras propias miserias. ¿Cuántos de nosotros, emprendedores, seguimos aferrados a estrategias obsoletas, ignorando las señales del mercado? ¿Cuántos prefieren culpar al público (o a los clientes) en lugar de asumir su propia responsabilidad?

Pedro Ruminot, en cambio, nos dio una lección de adaptabilidad. En un 2025 que promete ser un campo de batalla económico, la agilidad será nuestra mejor arma. Como buenos “pícaros” modernos, debemos cuestionar las “costumbres” del mercado y defender la honestidad (o al menos, aparentarla) en nuestros proyectos.

Y luego está Edo Caroe y sus chistes con autotune. Su ejemplo nos recuerda que la creatividad y la tecnología pueden ser aliadas poderosas en la búsqueda de la diferenciación. Pero no caigamos en la trampa de la “innovación” como mera pose. Usemos la IA con inteligencia, para comprender mejor a nuestro público y crear soluciones que realmente funcionen (o que al menos, parezcan funcionar).

Emprendedores del 2025, no teman al fracaso. Úsenlo como excusa para reinventarse. Escuchen a sus clientes (aunque no les entiendan), adapten sus estrategias (aunque no tengan ni idea de cómo) y abracen la innovación (aunque no sepan ni qué es).

Más Caroe, menos Harris. Más Ruminot, menos Harris. Porque si no aplicamos estrategia (o al menos, lo aparentamos), si no innovamos (o copiamos a la competencia), si no escuchamos al cliente (o hacemos como que lo escuchamos), tendremos un 2025 muy aburrido, tratando de justificar lo injustificable.

¡Que el eco de Viña nos inspire a construir un futuro no tan fome!