Hay momentos en que un país entero debe detenerse y preguntarse: ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo si permitimos que el horror quede sin nombre, sin castigo y, peor aún, sin urgencia?
Mientras los titulares se llenan de política, economía y escándalos, un proyecto de ley esencial quedó una vez más postergado en la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile. Se trata de la iniciativa que busca tipificar como delito la zoofilia y otras conductas sexuales cometidas contra animales. No se rechazó. No se votó. Simplemente… se dejó pendiente.
El proyecto nace de una necesidad tan brutal como evidente: en Chile, abusar sexualmente de un animal aún no es delito claramente definido. No importa cuán atroz sea el acto ni cuán profunda sea la conmoción social que provoque. El Código Penal guarda silencio. Y ese silencio duele.
En ciudades como Cartagena y Linares, los casos conocidos estremecieron incluso a los más indiferentes. Las imágenes, los testimonios, los informes veterinarios… todo indica que no se trata de hechos aislados, sino de una violencia que ha vivido en las sombras durante demasiado tiempo. La ley 21.020, conocida como “Ley Cholito”, marcó un avance importante, pero no contempla la dimensión sexual del abuso. No es suficiente.
El proyecto pendiente propone penas de cárcel, multas, y la prohibición definitiva para tener animales a quienes incurran en estos actos. Además, sanciona a quienes faciliten animales para estos fines y elimina beneficios legales para los agresores. En otras palabras, cierra una puerta que jamás debió estar abierta.
No hablamos solo de animales. Hablamos de nosotros. De los valores que decimos defender. La zoofilia no es simplemente un delito; es indicador lo de qué tanto estamos dispuestos a mirar hacia otro lado cuando los más vulnerables son atacados.
Cada día que pasa sin esta ley, la justicia fracasa en proteger a los que no pueden hablar. Pero nosotros sí podemos. Podemos exigir. Podemos alzar la voz. Porque una sociedad que calla ante lo aberrante termina por volverse cómplice de su propia decadencia.
En la fotografía de la portada podemos observar a Miel, una perrita abusada, cuya historia conoceremos en los próximos días; por Miel y tantas otras, hoy, más que nunca, el Congreso tiene una oportunidad. No de hacer historia, sino de corregir una historia mal contada. Que este silencio no se prolongue. Que no haya más inocentes abandonados por la ley.