Debate sobre compensación justa en startups y la relación entre emprendedores y colaboradores.

¿Ley Karol Dance? Emprendimiento y justa compensación

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En el mundo del emprendimiento, hay una gran diferencia entre construir una empresa y construir una comunidad. Entre una visión donde todos ganan y una donde solo brilla el fundador mientras su equipo sobrevive con la promesa de un futuro mejor. La clave que separa estos escenarios es la transparencia: la claridad con la que un emprendedor define qué ofrece, qué pide y qué pueden esperar quienes decidan sumarse a su causa.

En los últimos días, el caso de Karol Lucero ha desatado un debate sobre la compensación en startups. Sus declaraciones, a mi parecer interpretadas de manera sensacionalista, sobre el trabajo colaborativo y la “experiencia” como forma de pago generaron una ola de críticas. Pero más allá de la figura pública, el fondo de la discusión es mucho más relevante: ¿cómo logramos que emprendedores y trabajadores sean aliados en lugar de adversarios?

La realidad del emprendimiento: precariedad y sacrificio

Emprender en Chile no es un camino fácil. Muchos fundadores inician sin inversión, sin redes de apoyo y sin garantías de éxito. La mayoría trabaja sin previsión social, sin seguro de cesantía, sin un colchón que amortigüe el fracaso. Están a un resfriado de quebrar o a una funa de perderlo todo.

Esto no significa que el emprendimiento sea solo sufrimiento. Significa que los primeros pasos de un proyecto suelen exigir un sacrificio compartido. Y ahí es donde la relación entre emprendedores y su equipo debe construirse con reglas claras: si todos arriesgan, todos deben tener la posibilidad de ganar.

Modelos de compensación: más allá del sueldo

En el ecosistema de startups, las stock options han sido una herramienta clave para compartir el éxito con los primeros trabajadores. En Silicon Valley, empresas como Google o Facebook han convertido a sus primeros empleados en millonarios gracias a este sistema. En Chile, casos como Cornershop o Fintual han mostrado que, cuando se implementa bien, este modelo puede ser justo y beneficioso.

Sin embargo, nuestra idiosincrasia ha hecho que este tipo de compensaciones sean menos comunes. Aquí, muchas veces la promesa de un futuro exitoso se usa como un argumento vacío, sin mecanismos claros que permitan que el equipo participe del crecimiento de la empresa. Y es ahí donde las cooperativas surgen como una alternativa interesante: un modelo donde todos son dueños, donde la toma de decisiones es compartida y donde el éxito no depende de la buena voluntad de un líder, sino del trabajo conjunto.

Un nuevo pacto social entre emprendedores y trabajadores.

El emprendimiento no debe convertirse en una guerra de clases entre fundadores y empleados. Tampoco en una historia donde el éxito de uno se construye sobre el sacrificio invisible de los demás.

Los emprendedores son una nueva clase social, distinta a los empresarios tradicionales, pero con desafíos propios. Y su éxito dependerá de qué tan bien logren construir relaciones humanas sólidas, basadas en la transparencia y en la convicción de que el desarrollo solo es real cuando es compartido.

Si no entendemos esto, estamos condenados a repetir la historia. Ya en los 90 vimos cómo algunos se enriquecieron mientras otros quedaron en el camino. Hoy, tenemos la oportunidad de hacer las cosas distinto. No se trata de caridad ni de discursos vacíos sobre “hacer comunidad”. Se trata de establecer reglas justas, acuerdos claros y mecanismos que garanticen que, cuando una startup crezca, crezcamos todos juntos.

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